Un ser espiritual
El ser humano es un ser espiritual. Independientemente de cuál sea nuestra religión, filosofía o creencia, incluso si somos fervientes ateas, el ser humano es un ser espiritual. Pero, ¿Qué es la espiritualidad?
Más allá de descripciones etimológicas o definiciones de la RAE, las cuales puedes buscar en un clic en Internet. Dejando a un lado las interpretaciones filosóficas que, a lo largo de «la historia del pensamiento humano», le han dado pensadoras como: Aristóteles, Plotino, Hegel, Hobbes, Locke, Descartes, etc., aunque no apartando la filosofía en sí. Descartando, por supuesto, las interpretaciones dogmáticas de las religiones mayoritarias. La espiritualidad no refiere a la relación entre la humanidad y un ser sobrenatural. Ni a energías invisibles con supuestos poderes al puro estilo «New Age». ¿Qué es entonces la espiritualidad?
Nosotras la entendemos como la relación entre la vida humana y la parte inefable de la existencia, entre nuestro ser y la consciencia, la contemplación del momento presente, el cómo nos relacionamos con el entorno, el amor por el universo y el amor por el universo que hay en nuestras mentes, en nuestro interior.
Sam Harris, neurocientífico y filósofo, sugiere que la vida espiritual comienza con la sospecha de que la respuesta a preguntas metafísicas o trascendentes como ¿Tiene sentido la existencia? O ¿Hay algo más en esta vida? Es «sí». Desde este punto, en su libro «Waking up», Sam Harris plantea que «la espiritualidad debe distinguirse de la religión porque personas de distintas fes, y de ninguna, han tenido el mismo tipo de experiencias espirituales» formulando la idea de que no hace falta ser religiosa para poder sentir y vivir la espiritualidad.
El genetista estadounidense Dean Hamer, cree que tenemos una predisposición genética a la espiritualidad y que es esta una de las fuerzas más grandes del ser humano, casi como un instinto, y que, además, esta está desligada de la práctica de ritos o la pertenencia a cualquier religión. Por su parte, Yuval Noah Harari, historiador y escritor, asegura que el Homo sapiens es un ser espiritual, pero apunta, que la religión no es la única manera que tiene el ser humano de expresar esa espiritualidad, ya que considera, qué actividades como la política, el deporte u otras actividades, ayudan a personas no creyentes a expresarla.
¿Es entonces necesaria una creencia, ya sea religiosa o no? De nuevo, en palabras de Sam Harris… «Nada necesita reemplazar las ideas ficticias y las doctrinas divisorias, pero ¿Qué hay del amor, la compasión, el bien moral y la trascendencia personal?» «Muchas personas aún imaginan que la religión es el lugar donde se encuentran estas virtudes». Y así mismo nos dice, que. «Para cambiar esto, debemos hablar del rango completo de la experiencia humana en una manera que es libre de dogma». Pareciera entonces, y de hecho así es, que no se necesita procesar una religión o creencia para ser una persona espiritual. Ni siquiera creer en una deidad trascendente a nosotras.
Pero si asumimos que la respuesta a las preguntas trascendentes es «sí», que en nuestra realidad existen aspectos que no pueden ser explicables, pero están ahí, mensurables de algún modo. ¿Es entonces irracional pensar que en la realidad existe una parte inefable que podríamos asociar a lo divino?
En este sentido, la relación con el panteísmo podría ser que percibimos un vínculo espiritual y divino con todo lo que nos rodea, lo cual puede influir en nuestra percepción de la naturaleza y la conexión con el universo. El panteísmo es, por tanto, la creencia de que todo es parte de una realidad divina, y que esta entidad está presente en todas las cosas. De esta manera, el panteísmo influiría también en la forma en que vemos y experimentamos nuestra relación con el mundo y con lo que entendemos divino, con esa parte inefable de la experiencia humana.
¿Hemos llegado, por tanto, a la existencia de una deidad, ya sea inmanente o trascendente, de la que todo y todos formamos parte? No necesariamente. El panteísmo no estipula en sí a un ente como Dios, sino que la ley natural, la existencia y el universo (la suma de todo lo que fue, es y será) se representa por medio del concepto teológico de lo que las religiones llaman «Dios». Y, por lo tanto, no discriminaremos aquí entre panteísmo y panenteísmo. No discriminaremos en función de la concepción de deidad; Acosmista, la cual concibe a su deidad como la realidad última del mundo y omnicomprensiva de todo lo existente. La realista-naturalista o atea, que describe la deidad como una unidad de todo el universo, vista como la derivación de la unificación de todos los fenómenos naturales comprendidos por la ciencia. O la idealista que ve a la deidad como «El Uno-Todo», como un espíritu o idea absoluta del universo.
Es este, por tanto, un espacio en el que abrazar a personas agnósticas o ateas, que compartan la idea de que puede haber algo más, ya sea natural o divino, en la realidad que nos rodea. Pero no a cientificistas y ateas radicales que traten de arrastrarnos a planteamientos mecanicistas mediante los mismos dogmas que ellas mismas critican.
En el que abrazar a personas neopaganas o espirituales, que creen que en todo y todos reside lo divino, independientemente de si su creencia es wiccana, esotérica, tradicionalista, ecléctica, etc. o simplemente solo perciben la espiritualidad. Pero no a reconstruccionistas, que hablen de pureza de sangre y legado ancestral, sectarios de la «New Age», cienciólogos, u otros tipos de neo paganismos tóxicos.
En el que abrazar a personas practicantes de tradiciones ancestrales, religiosas o filosóficas, como el budismo, el hinduismo, el tao, etc. Defensores de que la deidad es la realidad, considerada como la verdad infinita, impersonal, omnipresente, omnipotente, abstracta, inmanente y trascendente en el universo. Pero no a defensoras de la institución budista medieval, torturadora de millones de tibetanos, partidarias de derechos de castas indostanas, o discípulas de gurus o yoguis iluminados.
En el que abrazar a personas practicantes de las religiones mayoritarias, ya sea el judaísmo, el cristianismo o el islam, que entiendan a Dios como algo que lo impregna todo, que es parte de todos los seres y nos insta a respetar todo cuanto hay en la creación. Pero no a fanáticas de escrituras o instituciones, creyentes en un dios «Superman», antropomórfico, creado a imagen y semejanza del hombre y con todas sus miserias y debilidades.
En conclusión, para abrazar a cualquier persona que llegue aquí con una mentalidad abierta y actitud de respeto, y qué juntas abracemos todo lo maravilloso de nuestro universo, para abrazar juntas la creación.
A todas vosotras… BIEN VENIDAS.
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